dijous, 26 de desembre del 2019

Star Wars: el ascenso de la naftalina


Te lo dicen los créditos iniciales: “los fantasmas han vuelto” y es así. Y es que en The Rise of Skywalker no solo reaparecen Luke y Han Solo, sino que lo hacen toda una troupe de  secundarios de la primera trilogía (y hasta la estrella de la muerte como bonus track), que se esfuerzan en borrar los senderos que había tomado Rian Johnson en la polémica The Last Jedi. Estamos ante una nueva entrega de la saga galáctica que vuelve al universo ochentero, tan fresco entonces como recalcitrante en nuestros días. 
J. J. Abrams, como era de esperar, ha infantilizado todas las tramas (por favor, ¿alguien se reía con este humor solo apto para bebés y para boomers?) y las ha bañado de un conservadurismo que juega muy a la contra de la idea de “rebelión”. Aquí todos los logros de los nuevos (y jóvenes) protagonistas, como (nada menos) que derrotar a un resucitado Emperador ocurren gracias a la intervención de las viejas glorias: Rey derrota a Palpatine gracias a las espadas de Luke y de Leia a falta de una suya propia; la resistencia derrota a toda la flota imperial gracias a Lando y sus viejos compañeros de las antiguas sagas; Han Solo convence a Kylo Ren para pasarse al bando “bueno”; un Luke semitransparente impide que Rey tire la toalla, etcétera etcétera, etcétera. Y no nos olvidemos que los créditos finales empiezan con los nombres de Carrie Fisher (Leia) y Mark Hamill (Luke) por todo lo grande, cuando solo tienen cameos. Pero de eso va esta película: ellos son lo más importante. Es decir, los jóvenes no pueden tomar caminos propios y ser dueños de sus vidas, sino que están ligados a la idea patriarcal de la familia, de la que dependen y la que los guía. Un concepto de lo más arraigado la idea de “lo estadounidense”, una cultura que a falta de ídolos e historia pasada (no olvidemos que es un país “joven”) necesita aferrarse a algo: los héroes populares, que son inmortales y que no pueden ser mancillados, como hizo Johnson con Luke en la peli anterior.
Así pues, estamos hablando de una entrega mucho menos política que su predecesora, que hablaba en clave metacinematográfica de la muerte de las leyendas y los héroes (de lo que significan estas palabras hoy en día), una reflexión muy valiente que hizo que la saga (por fin) conectara con el siglo XXI. Pero J. J. (gracias…) lo ha enviado todo al garete. Ahora Rey tiene que ser hija de alguien importante (porque los héroes siempre lo son); ahora un “héroe” descarrilado como Luke tiene que reconocer que lo que pasó en el pasado episodio con su personaje era una especie de broma: “Tranquila”, dice a Rey, “Todos cometemos errores” (¿pillas la indirecta de Abrams, Rian Johnson?); y J.J. vuelve a llenar las cabezas de los espectadores de bullshit seudofilosóficos (que ya no cuelan a día de hoy), tales como “tu destino es afrontar tus miedos” o frases similares que parecen sacadas de un libro de Paulo Cohelo.
A nivel social también todo parece de cartón piedra. He oído por algún lado un “¡Qué bien que en la película haya un beso lésbico!”. Miedo tenía Abrams de que los fans millennials se le lanzaran encima, esperando un desenlace satisfactorio para la relación Finn-Poe, tan comentada en redes. Pero es que sustituir un momento “homo” entre dos protagonistas por un momento “homo” (de sólo un segundo) entre dos figurantes de fondo compensa? Yo creo que no. Luego también hay quien dice “¡Qué bien, por fin una peli feminista, que hay una tía nueva badass!”. Sí, una chica que el único atributo que tiene es llevar un casco molón, pues a parte de que no mata a ningún “malo” importante, queda convencida en un segundo de ayudar a un grupo que podría salvarla de sus problemas económicos y en seguida cae en brazos de un tío que por lo que parece la jodió viva.  Súper independiente y líder, ya veo… Y ¡qué bien! Ahora ya sabemos que Abrams respeta a las etnias tribales, pues muestra la fuerza de los arcos contra naves acorazadas. Muy lógico… Pero bueno, Abrams se queda con la consciencia tranquila de haber puesto todos los tokens que “tocan” en el año 2019 porque sí. O quizás no tanto “porque sí”, ya que las dos chicas nuevas sirven a la vez de love interests de Poe y Finn y ayudan a ahuyentar las teorías de su posible relación “homo”...
Más allá de esta vuelta artificiosa a los 80s en lo político y moral, el afán de Abrams por borrar la marca Johnson de su film ha causado que esta entrega parezca más una trilogía entera en una película, que una película dentro de una trilogía, porque partimos casi casi de cero, lo que causa grandes daños a nivel de guion. El “grupito” está casi todo el rato junto, haciendo la historia mucho más lineal (y aburrida) que su predecesora, donde saltábamos de una Rey entrenando, a un Poe Dameron lidiando con Leia y Holdo, pasando por un Ren confundido y por un Finn y una Rose acabando con la esclavitud. Por cierto. Pausa. ¿Qué ha pasado con Rose? Ah, sí, que no encaja en el canon casposo de heroína (es asiática y no es supermodelo, ¿recordáis?), así que Abrams hace que de casi protagonista se convierta en una mera figurante sin explicación. Muy mal.
Aunque lo peor del guion a nivel más “técnico” es que se plantan muchas cosas para recogerlas solo unos minutos después (tenemos el caso de la insignia Premium Pass que Bliss da a Poe poco después de enseñársela) o el hecho de que “los robots son útiles”, que se prueba explícitamente sólo un segundo después y lo mismo con el hecho de “no estamos solo”. En definitiva, que más que recursos de guion yo los llamaría sin pelos en la lengua deux ex machinas, pero bueno...
Y luego está el juego de las incoherencias de guion en sí (¿llegados a este punto a alguien le importa esto?). Poe es ascendido a pesar de que en el film anterior (mucho más realista) se ponía a alguien mucho más sabio y capaz que él (Holdo) en su posición. Pero claro, él es el héroe y tiene que ser el líder antes que un secundario. Después está todo el asunto de la lengua Sith y C-3PO. Quizás no les puede traducir la ubicación del Emperador, pero bien lo podría escribir o simplemente guiarlos hasta el lugar sin pronunciar la frase, ¿no? ¿Y qué me decís de lo de las inscripciones del triangulito-brújula-Sith que de golpe aparecen en los libros de Luke (libros que Rey no puede leer porque dice desconocer las lenguas que contiene? Pero claro, hay un dibujito sospechoso que seguro que tiene que ser lo que desde siempre andaban buscando. Después me he perdido con la cronología. Si Palpatine tenía unos 60 años en la primera película de la precuela, debía de acabar el sexto episodio centenario y allí Luke aún era un veinteañero. Entonces ¿cuándo demonios engendró el padre/madre de Rey? Es que no sé vosotr@s, pero yo los he visto muy jóvenes cuando ella no es más que una niña.. ¿Y porque Hux está tan desaprovechado como personaje siendo de golpe, sin sentido alguno, un traidor, que encima admite a sus contrincantes, y a la primera de cambio, su punto flaco (la envidia que le tiene a Ren)?
Pero hay más. Luego está la peor escena de la peli: la del planeta del desierto. 
¿Por qué los chatarreros no han cogido las piezas de la nave de Ochie, que lleva muchos años allí? O simplemente, si la nave funciona, ¿por qué nadie ha huido con ella? ¿Por qué Rey corre de la nave de Ren que viene hacia ella a toda hostia (¿ahora sí quiere matarla?) sino es para hacer un salto mortal chulísimo que quedará muy molón en el tráiler?¿Y por qué Chewacca sale porque sí de la nave? ¿Es que quiere que lo capturen? ¿Por qué Finn no ataca a Kylo Ren si ve que Rey se está dejando el pellejo en el uso de la fuerza con la nave?
Pero bueno, no os penséis que he odiado a muerte la peli, que el odio es un sentimiento Sith y os aseguro que yo soy un Jedi tan blanco y naif como los de Abrams. No, ahora en serio. Creo que lo mejor de la peli son las escenas de contacto Ren y Rey, especialmente la que ella está dentro de sus estancias en la nave y Ren acaba deduciendo dónde se encuentra gracias al antiguo casco de Vader. Y el momento que confirma a Ren como Jedi, cuando Rey le pasa la espada con una de sus conexiones, también está muy bien encontrado.
En definitiva, se dice por ahí que puede que la nueva trilogía de Star Wars la haga Rian Johnson. Esperemos que sí. O, en todo caso, recemos para que no caiga en manos de Abrams, o de alguien de su misma escuela (la de Spielberg), sino en las de alguien que entienda que para que una saga sea inmortal no se tienen que seguir sine die los postulados de los episodios de antes de Cristo, sino que se tiene que reconvertir en algo de acorde a los nuevos tiempos sin perder su esencia. A ver qué pasa, pues…



divendres, 20 de setembre del 2019

2019: Una odissea a l’espai


Si parléssiu amb diverses persones i els hi preguntéssiu de què va Ad Astra (James Gray, 2019) molts us dirien que és un film de ciència ficció que pertany al subgènere  de l’aventura espacial. Altres us dirien que no; que és una pel·lícula existencial i reflexiva sobre la condició humana i els seus límits. I alguns, fins i tot comentarien que és una versió apòcrifa de la novel·la El cor de les tenebres, de Joseph Conrad. Doncs bé, podríem afirmar que Ad Astra és tot això i més. Una pel·lícula inclassificable que situa a James Gray com a una de les grans veus de la seva generació. 

El film comença presentant-nos a en Roy McBride (Brad Pitt), un astronauta de rostre impertorbable amb altes qualificacions i capacitats físiques i mentals. Amb tot, no tardem en descobrir que és algú que està trencat per dins, doncs viu amb un buit existencial d’ençà que va tallar amb la seva parella (Liv Tyler) i, molt especialment, des que el seu pare (Tomy Lee Jones), un reconegut astronauta, el va abandonar per emprendre un viatge als confins del Sistema Solar del que no va tornar. La seva és, doncs, una lluita per intentar tapar tots aquests forats vitals, encara que sigui amb pedaços. 

dissabte, 10 de novembre del 2018

Quan la còpia esdevé l’original

Quién te cantará, de Carlos Vermut (2018)

Després de tot el fenomen que va significar Magical Girl (2014), Carlos Vermut tenia a tota la seva base fan esperant el seu retorn al cinema, quelcom similar al que passa al seu nou film: Quién te cantará (2018). En ell s’anuncia el retorn als escenaris de la cantant Lila Cassen, qui ha estat apartada dels focus mediàtics durant deu anys. La diferència és que Cassen, interpretada per Najwa Nimri, ha perdut la memòria. És per això que la seva representant (Carme Elías) contracta a una fan que l’imita nit rere nit al karaoke on treballa (Eva Llorach) perquè l’ajudi a recordar qui és. 
Així, estem davant d’una pel·lícula que estableix una dialèctica entre l’original i la còpia, i que també explora el si és possible canviar. I aquí Vermut ha demostrat que sí que és possible fer-ho. Molts el comparaven amb Almodóvar per la seva proximitat al gènere del melodrama, tot i que aquí més que mai queda clar que el seu cinema és força més fosc i contemplatiu que el del manxec, que aposta per l’excés i unes paletes cromàtiques molt més saturades que la subtilesa de la gamma de color que utilitza Vermut.

dissabte, 11 d’agost del 2018

Animal Horror Movies per a tots els gustos!


The Meg (2018)

Quan arriba la calor del mes d’agost les sales de cinema s’omplen de propostes refrescants on el mar i la platja són alguns dels nexes en comú dels films de la cartellera. Molts d’ells són comèdies de riure fàcil o històries d’un amor efímer d’estiu. Amb tot, hi ha alguns títols que prefereixen subvertir la pau i la calma de les vacances i despertar els pitjors malsons de les profunditats abissals. The Meg, de Jon Turtletaub, és una d’aquestes pel·lícules.  
El film narra l’expedició d’un submergible a la Fossa de les Marianes que es queda avariat al fons de l’oceà. El que no saben els seus tripulants és que en el punt més profund del planeta habita el depredador marí més perillós de tots els temps: el Megalodó. 
És evident que The Megés només un altre exponent de la tendència que va iniciar la ja mítica Jaws (1975), el primer blockbusterestiuenc que va fer que ens ho penséssim dues vegades abans de capbussar-nos mar endins. Des de llavors, hi ha hagut nombroses cintes de taurons assassins que o bé causen el caos en comunitats costeres o bé neden en cercle al voltant de bots salvavides a la deriva. Aquest és el cas d’Open Water (2003), una història basada en fets reals que va ocórrer a Les Bahames. Un altre exemple, encara més recent, és The Shallows (2016), dirigida pel català Jaume Collet-Serra, on l’antagonista de la cinta no era altre que el temut tauró blanc. 

dijous, 5 de juliol del 2018

Pel·lícules sobre pel·lícules: l’altra cara de la moneda


Hitchcock dirigint a Janet Leigh a l'escena de la dutxa de Psycho (1960).

Podríem dir que el cinema és un art que es mira molt el melic. Si ens parem a pensar un moment, veurem que són moltes les pel·lícules que inclouen escenes en una sala de cinema, per no esmentar la ingent quantitat de ficcions metacinematogràfiques que coneixem, havent estat moltes de les quals, a més a més, premiadíssimes (La La LandThe ArtistArgo,...). Per tant, si hi ha hagut tanta producció de ficció no és d’estranyar que també hi hagi centenars de documentals sobre el setè art: alguns d’ells versen en torn a la figura d’algun actor o director famós; d’altres, sobre algun element històrico-social transversal que ha tingut un especial impacte en la indústria del cinema; i un últim grup se centra única i exclusivament en pel·lícules concretes, explicant-nos en profunditat alguna de les seves peculiaritats. 
El film que actua com a fil conductor en aquest article pertany en aquest darrer conjunt. Sota l’enigmàtic títol de 78/52 el director Alexandre O. Philippe dissecciona una de les escenes més mítiques de la història del cinema a través dels testimonis i comentaris de grans figures del setè art com poden ser Guillermo del Toro, Jamie Lee Curtis, Walter Murch o Danny Elfman. Si us dic que els números fan referència a la quantitat de plans i talls que té la seqüència imagino que ja estareu acotant més el film sobre el qual versa aquest documental. I si afegeixo que des que vau veure la pel·lícula el simple fet d’entrar a la dutxa s’ha convertit en un autèntic malson, ja haureu donat en el clau. Evidentment, 78/52tracta sobre Psycho (1960).

dimarts, 5 de juny del 2018

No tots els somnis es fan realitat

The Man Who Killed Don Quixote (2018), de Terry Gilliam

Terry Gilliam ha trigat més de 20 anys per aconseguir el seu somni: rodar i estrenar The Man Who Killed Don Quixote (2018), el seu peculiar homenatge al personatge més mític de l’obra de Cervantes. Podríem dir que és una pel·lícula maleïda, doncs es va intentar aixecar en diverses ocasions, sent la més cèlebre la de 1999, quan Johnny Depp interpretava a Sancho Panza i Jean Rochefort, qui va aprendre anglès només per a l’ocasió, a El Quixot. Tot va anar malament, en cinc dies es va anul·lar el rodatge a causa de vàries inundacions, problemes amb les localitzacions i, sobretot, arran d’una infecció de pròstata que va desenvolupar l’actor francès.  
Però juntament amb Terry Gilliam i la seva seu particular visió quixotesca tenim a un bon grapat de directors que van patir més o menys la mateixa (mala) sort a l’hora d’impulsar alguns dels seus projectes. Orson Welles va ser un dels damnificats. De fet, ell també va començar a rodar la seva pròpia versió del clàssic de Cervantes, però va morir abans de completar el film. Amb tot, el seu projecte més gran que va quedar sense realitzar va ser l’adaptació de Heart of Darkness, el llibre de Joseph Conrad que Coppola va reconvertir en Apocalypse Now (1979) més endavant. No deixa de ser curiós que Welles volia debutar com a director amb aquest film, però el fet que el pressupost s’inflés i superés la xifra d’un milió de dòlars, el doble del que s’havia estipulat per contracte, va fer que la producció es parés. Mai es va reprendre. 
Joseph Conrad no només no va veure traslladada a la gran pantalla la seva novel·la més famosa de les mans de Welles, sinó que també es va quedar sense una altra adaptació que podria haver estat genial. Parlo de com David Lean volia rodar la seva obra Nostromo. Malauradament, hi va haver problemes pressupostaris, disputes creatives, un perfeccionisme que sempre retardava el rodatge i la salut del director que cada cop era pitjor. Finalment, a sis setmanes de rodatge, Lean va morir i el projecte va quedar només en el record. 

dilluns, 7 de maig del 2018

El divorci no sempre és cosa de dos

Jusqu'à la garde, de Xavier Legrand (2017) 

L’any 2013 Xavier Legrand codirigia amb Alexandre Gavras el curtmetratge Avant que de tout perdre, la història aspra d’una mare que tem tant el seu marit que ha de fugir d’ell. Léa Drucker era aquesta mare, igual que també és la mare de la seva òpera prima: Jusqu’à la garde, un film que es va endur premis als festivals de Venècia i San Sebastián. A diferència del seu projecte anterior, bona part del focus d’aquesta pel·lícula recau en la figura del fill, víctima involuntària d’uns pares que no es poden ni veure i que demanen el divorci, si ve el jutge determina que tinguin la custòdia compartida.  
Però Jusqu’à la gardeno és pas una rara avis dins el panorama del cinema contemporani. Sense anar més lluny, el mateix any es va estrenar Loveless (2017), del rus Andrey Zvyagintsev, que explica com el fill d’un matrimoni que es troba enmig dels tràmits del divorci desapareix sobtadament, el que provoca que la parella hagi d’unir forces per trobar-lo. Qui també es troba enmig d’una batalla legal per la seva custòdia és la Maisie, la nena de només sis anys i pilar central del film What Maisie Knew (2012), que coprotagonitzen Julianne Moore i Steve Coogan. Finalment, amb la diferència que no es tracta de nens sinó d’adolescents, TheSquid and the Whale (2005) retrata les conseqüències d’un fracàs matrimonial i els efectes devastadors que la custòdia compartida pot tenir en els fills.

diumenge, 8 d’abril del 2018

Quan les imatges fixes comencen a moure’s

'The Human Flow' (2017), d'Ai Weiwei

Que el cinema és la unió de totes les arts ja ho sabem. És per això que, de tant en tant, algun artista consagrat en una disciplina diferent a l’audiovisual s’aventura a rodar una pel·lícula, trobant en aquest mitjà un nexe comú amb el seu camp on pot aferrar-se. És el cas del polèmic artista xinès Ai Weiwei, que va estrenar al passat Festival de Venècia la seva primera pel·lícula, The Human Flow (2017), que arriba ara a les sales de cinema.
Es tracta d’un documental que aborda el tema de les migracions massives des d’una aproximació principalment visual. Així, veiem habitants de 23 països diferents que, a causa de la gana, la guerra o altres factors, se senten obligats a deixar la seva llar per dirigir-se a indrets que creuen que els tractaran millor. És un film sobre marees humanes que arriba en el moment més oportú, tenint en compte la contemporaneïtat de la crisi dels refugiats a Europa. 
Sens dubte, la lluita i reivindicació social és una de les principals motivacions pels artistes que decideixen fer un pas endavant i saltar al format cinematogràfic, mitjançant el qual segurament podran obtenir una major projecció i arribar a més públic. Aquest és el cas de la iraniana Shirin Neshat, qui a Women Without Men(2009) va voler explicar el que va passar l’any 1953 al seu país, quan els anhels de tota una nació van ser aixafats pels poders estrangers, derivant a la Revolució Islàmica del 1979.